domingo, 6 de marzo de 2011

Estalló la alegría en Santa Cruz

Carnaval. La ‘fiesta grande’ de los cruceños se inició con el entusiasmo de su reina Andrea I, secundada por 11 carros y más de un centenar de comparsas que derrocharon fogosidad.

Definitivamente, el corso cruceño tiene dos partes: la más o menos organizada y el pandemónium que no muestra la televisión, pero que sí viven muchísimos comparseros, sufren los vecinos y disfrutan los vendedores ambulantes.

Situemos estos lugares. El primer trayecto es el que abarca desde El Cristo hasta la avenida Mutualista; mientras que el segundo va desde esta vía, en el segundo anillo para ser más exacto, hasta el Canal Cotoca.

Este año, la Asociación Cruceña de Comparsas Carnavaleras (ACCC) colocó vallas de casi dos metros de altura en varios puntos del primer trayecto con el objetivo de que el público no se cruce por entre los bailarines y carros. Objetivo cumplido. Además, la Policía, la Guardia Carnavalera y una empresa de seguridad privada custodiaron en los puntos clave para evitar que la gente que no era protagonista del corso ingrese a la vía. Ese objetivo también fue cumplido.

Lo que por más que quisieron los directivos de la ACCC hacer cumplir y no pudieron fue la presencia de ‘baches’ en el kilómetro y medio del recorrido. El titular de la asociación, Joaquín Banegas, tuvo que ir con muletas y todo a apurar a los comparseros que no avanzaban, obstaculizando el paso a los demás. “No se puede con la gente; no entienden”, expresó molesto.

Pese a ello, gran parte del público la pasó bien aplaudiendo a las más de 124 comparsas. Ese era el número de grupos inscritos, pero se evidenció que hubo varios ‘paracaidistas’. Hablando de ello, no faltaron las agrupaciones sin reinas ni carros que se ‘colaron’ aprovechando los ‘baches’ entre las que sí los tenían.
La reina del Carnaval, Andrea Aliaga, vivió la experiencia de sus antecesoras: los globazos que buscaban despeinarla. Al principio se la vio nerviosa, pero después fue un volcán de alegría y entusiasmo que contagió al público tanto de sillas y graderías, como el que estaba apostado en tarimas y camarotes. Por cierto, en estos lugares, casi en el final del recorrido, el corso fue motivo de fiesta y sus ocupantes la disfrutaron cómodamente.

Bailando sin parar

Los ballets folclóricos, ganadores de las ‘precas’, tuvieron óptimas presentaciones. Las danzas que evocan a los aborígenes del oriente boliviano fueron las que más admiración causaron entre el público.

A comparación de otros años, en el corso de anoche (y de esta madrugada) no hubo tantos espectadores. Mucha gente le echó la culpa al paro de transporte público. “Yo no sé en qué me voy a ir a mi casa, pero ahorita lo que me importa es ver los carros y a las reinas, después pensaré qué hacer”, indicó una señora que acudió al desfile con su nuera y un nieto.

Muchas comparsas se lucieron con sus fantasías, a tono con las de sus soberanas y las carrozas que las transportaban. Se vieron desde cambitas bailando en la puerta de sus taperas con horcones de cuchi (Taitas Jrs.) hasta elegantes hindúes con príncipes y fumadores de shisha (La Pascana Carnavalera).

¿Y qué pasaba en el otro lado del corso? Lo dijimos antes: era un pandemónium, mercado persa... o cruceño nomás. En dos largas cuadras, que a muchos les sirvieron de urinario, se vendía cerveza (y otras bebidas alcohólicas), espumas, gafas, sombreros, pelucas, chisguetes, comidas y un surtido etcétera. ¿Autoridades? Ninguna. Salvo los agentes de Tránsito en el Canal Cotoca, donde estaba cortado el tráfico.

Público en paro

La falta de transporte público influyó para que no haya tanta afluencia de ‘miracorsos’ como en otros años. Los que fueron lo hicieron en vehículo propio, taxi y a pie, no quisieron perderse el desfile.

Fuente El Deber

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