lunes, 25 de julio de 2011

Los tobas bailan de la mano de la ecología

Las fraternidades del Gran Poder fueron dejando poco a poco el uso de partes de animales silvestres en sus vestuarios. El Viceministerio de Biodiversidad reconoció esta iniciativa.

Las plumas más grandes de un suri alcanzan para adornar sólo un tocado del traje de toba. El número es alto si se toma en cuenta que cada fraternidad en el Gran Poder tiene entre 400 y 900 integrantes.

El número de suris que se exterminan para esta práctica se multiplica aún más por la cantidad de entradas folklóricas que se realizan en el país.

El suri es un ave que vive cerca de pastizales y bofedales, como los que hay en el Parque Nacional Sajama. Está en peligro de extinción por la demanda que hay de sus plumas y huevos.

En esta depredación ya no participan, desde hace cuatro años, dos fraternidades de tobas del Gran Poder: Karahuatas del Pilcomayo y Tobas Villarroelistas.

Ambas fraternidades fueron reconocidas por el Viceministerio de Biodiversidad el pasado año por cambiar las plumas de suri por la sewenka -una planta con espigas que crece en el altiplano- y por plumas de avestruz de criadero o por otras sintéticas.

Los Karahuatas

“Antes no estaba prohibido usar las pieles y plumas de los animales y cada uno de los danzarines se confeccionaba el traje a su gusto con las pieles que se puede comprar en la feria 16 de Julio o donde las chifleras”, recuerda Ramiro Luna, integrante de la fraternidad de tobas Karahuatas del Pilcomayo, que participa desde hace 18 años en la entrada del Gran Poder con más de 400 danzarines.

Pero al intensificarse los controles del Viceministerio de Biodiversidad sobre el uso de fauna silvestre, tuvieron que buscar alternativas para sus trajes.

Los jóvenes de esa fraternidad tomaron la iniciativa de usar la sewenka. La recolectaron en la zona de Pura Pura, la tiñeron y armaron los tocados.

Lo primero que cambiaron fueron los tocados de los brujos. “Hicieron varios modelos, algunos en forma diagonal”, recuerda Luna. Incluso elaboraron las diademas, muñequeras y tobilleras para las mujeres.

“Como hay diferentes especies de sewenka, se usaron las que tienen abundante pelo”, dice. De ese trabajo se encargó Julia Paco, responsable del bloque de mujeres de esa fraternidad.

Los primeros en usar los trajes ecológicos fueron los bailarines del bloque de los brujos, cambiando las pieles de animales por telas con estampados que imitan a esas pieles.

Es cuestión de creatividad, dice Luna, quien con su experiencia como artesano plastifica las telas de tal modo “que no se nota que no son naturales”.

No quiere volver tener algún problema, como cuando tuvieron que declarar en la Fiscalía por una denuncia del activista Pablo Leytón, sobre el origen de los cueros de animales que usaban en sus trajes.

Los Villarroelistas

“Si bien tratamos de mantener lo auténtico de nuestra cultura, tuvimos que dejar de usar las plumas de suri”, dice Moisés Estrada, integrante de los Villarroelistas, fraternidad que nació en 1988 a iniciativa de ex alumnos del colegio Villarroel.

En 2007 buscaron una alternativa para adornar sus tocados y la hallaron en la sewenka. La tropa Salvaje, que dirige Ángel Quisberth, fue la primera en experimentar con esa planta.

“Recogimos la planta de la autopista, también de Tacagua y de los barrancos de Las Lomas”, indica Quisberth. Tiñeron la planta con anilina de los colores del colegio: blanco y verde.

En 2008 se presentaron por primera vez con los tocados hechos con sewenka. “Lo que vimos es que esa planta es frágil, se rompe, por tanto cada año se tiene que elaborar un nuevo tocado”, observa Quisberth.

La desventaja también es que las espigas pueden ingresar al ojo del bailarín. Este problema fue salvado por los Karahuatas, que aplicaron pintura plastificada a cada espiga de sewenka.

“Pero el jurado no valora a esos trajes, asigna menos puntaje a los que llevamos sewenka”, remarca Freddy MeJustificar a ambos ladosndoza, presidente de la fraternidad y actual director del colegio Villarroel.

Sólo una parte de la fraternidad, que tiene unos 900 integrantes de los cuales el 30% son alumnos del colegio Villarroel, experimentó con la sewenka.

Las otras buscaron otras opciones, como por ejemplo las plumas de avestruz africano de criaderos del exterior. En otros tocados emplean plumas de pato o de gallina.

Los bailarines de las fraternidades Tobas Villarroelistas y los Karahuatas del Pilcomayo fueron reconocidos como ecológicos y por su creatividad. Ambas participaron en campañas de sensibilización sobre el tema.

Fuente Página Siete

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