61 fraternidades paralizaron el centro paceño arrancando a su paso admiración, alegría y aplausos. La riqueza del folklore boliviano sedujo a diplomáticos que se lucieron bailando la Morenada.
Al ritmo folklórico que imponen la bandas más afamadas y caras de Oruro y de otras ciudades, fraternidades de morenos, caporales, tinkus, kullawadas, diabladas, llameros, waca waca, etc descendieron nuevamente ayer, desde la zona oeste de La Paz, zona del gran poder económico, para tomar, como cada año, el centro de la ciudad de La Paz.
Derrochando lujo, sonrisas y cantando a voz en cuello, miles de bailarines, organizados en 61 comparsas, se apoderaron de las principales arterias de la ciudad, irrumpiendo la monotonía paceña con el permiso y agrado de su población, que desde muy temprano se dio cita desde en las calles para agradecer con aplausos el espectáculo que regalaron.
Con trajes lujosos, coloridos, e imponentes eran fotografiados a diestra y siniestra por profesionales y aficionados, nacionales y turistas que llegaron desde diversos continentes.
El objetivo era grabar el momento en que la maravilla y la riqueza de la cultura, del folkore y de la habilidad artística de los artesanos bolivianos se fundieron para arrebatar aplausos y gritos de algarabía.
“Cada año está mejor. Son nuevos trajes, uno más lindo que el otro. Es la mejor muestra de la cultura de Bolivia”, expresó Rosalía Montaño, ubicada en una de las sillas instaladas en plena avenida Camacho.
Llegó al lugar a las nueve de la mañana y vio la entrada del Gran Poder desde su primera comparsa: la Diablada.
Al ritmo folklórico que imponen la bandas más afamadas y caras de Oruro y de otras ciudades, fraternidades de morenos, caporales, tinkus, kullawadas, diabladas, llameros, waca waca, etc descendieron nuevamente ayer, desde la zona oeste de La Paz, zona del gran poder económico, para tomar, como cada año, el centro de la ciudad de La Paz.
Derrochando lujo, sonrisas y cantando a voz en cuello, miles de bailarines, organizados en 61 comparsas, se apoderaron de las principales arterias de la ciudad, irrumpiendo la monotonía paceña con el permiso y agrado de su población, que desde muy temprano se dio cita desde en las calles para agradecer con aplausos el espectáculo que regalaron.
Con trajes lujosos, coloridos, e imponentes eran fotografiados a diestra y siniestra por profesionales y aficionados, nacionales y turistas que llegaron desde diversos continentes.
El objetivo era grabar el momento en que la maravilla y la riqueza de la cultura, del folkore y de la habilidad artística de los artesanos bolivianos se fundieron para arrebatar aplausos y gritos de algarabía.
“Cada año está mejor. Son nuevos trajes, uno más lindo que el otro. Es la mejor muestra de la cultura de Bolivia”, expresó Rosalía Montaño, ubicada en una de las sillas instaladas en plena avenida Camacho.
Llegó al lugar a las nueve de la mañana y vio la entrada del Gran Poder desde su primera comparsa: la Diablada.
Cambio
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