La entrada hizo ayer gala de algarabía, gracia y estilo.
El misterio del bufón traspasó el alma de la ciudad. Alrededor de 320 comparsas de pepinos desfilaron los colores del Carnaval y hechizaron a los espectadores con el sonido de sus matracas. Se hizo el recorrido desde la intersección de las avenidas Montes y Pando hasta la Simón Bolívar. El alcalde Luis Revilla, concejales, autoridades municipales y diplomáticos presenciaron la fiesta.
Grupos de 10 a 50 pepinos destilaron alegría y chispa a lo largo de su entretenido paseo. Las graderías se llenaron de la euforia de los enmascarados. Luego del mediodía, arrancaron las caravanas en carrocerías de vehículos o a pie.
La tradición del Carnaval Paceño cobró vida una vez más con estos protagonistas, que en compañía de otros disfrazados alegraron la tarde.
“La idea de este evento es recuperar los valores que nuestro Carnaval tiene. El pepino es un símbolo que identifica a la gente”, destacó Edwin Méndez, técnico del Folclore y las Artes Populares de la Oficialía Mayor de Culturas.
Tradición
“Es una fusión del k’usillo con el arlequín francés de las cortes”, explicó el experto, al describir la fisonomía del bufón carnavalesco, quien es el personaje central de la fiesta. Durante algún tiempo, el pepino desapareció del imaginario popular, hasta que fue redescubierto durante la gestión edilicia de Raúl Salmón, según relata Méndez. “Es una especie de personaje místico, que reúne la alegría del pueblo en su característico traje colorido y en su actitud graciosa”.
Es una suerte de payaso, que desde el anonimato toma por sorpresa a la gente, molesta, e incita a jugar con mixtura, chorizo, serpentina, harina y al son de sus alegres cascabeles.
La historia
Se remonta al siglo XIX. Se estima que su origen es una imitación de los bufones que entretenían las fiestas de la clase alta. Es una mezcla del Pierrot francés y del k’usillo andino.
El misterio del bufón traspasó el alma de la ciudad. Alrededor de 320 comparsas de pepinos desfilaron los colores del Carnaval y hechizaron a los espectadores con el sonido de sus matracas. Se hizo el recorrido desde la intersección de las avenidas Montes y Pando hasta la Simón Bolívar. El alcalde Luis Revilla, concejales, autoridades municipales y diplomáticos presenciaron la fiesta.
Grupos de 10 a 50 pepinos destilaron alegría y chispa a lo largo de su entretenido paseo. Las graderías se llenaron de la euforia de los enmascarados. Luego del mediodía, arrancaron las caravanas en carrocerías de vehículos o a pie.
La tradición del Carnaval Paceño cobró vida una vez más con estos protagonistas, que en compañía de otros disfrazados alegraron la tarde.
“La idea de este evento es recuperar los valores que nuestro Carnaval tiene. El pepino es un símbolo que identifica a la gente”, destacó Edwin Méndez, técnico del Folclore y las Artes Populares de la Oficialía Mayor de Culturas.
Tradición
“Es una fusión del k’usillo con el arlequín francés de las cortes”, explicó el experto, al describir la fisonomía del bufón carnavalesco, quien es el personaje central de la fiesta. Durante algún tiempo, el pepino desapareció del imaginario popular, hasta que fue redescubierto durante la gestión edilicia de Raúl Salmón, según relata Méndez. “Es una especie de personaje místico, que reúne la alegría del pueblo en su característico traje colorido y en su actitud graciosa”.
Es una suerte de payaso, que desde el anonimato toma por sorpresa a la gente, molesta, e incita a jugar con mixtura, chorizo, serpentina, harina y al son de sus alegres cascabeles.
La historia
Se remonta al siglo XIX. Se estima que su origen es una imitación de los bufones que entretenían las fiestas de la clase alta. Es una mezcla del Pierrot francés y del k’usillo andino.
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